domingo, 28 de octubre de 2007

COMIDA DOMINGUERA


COMIDA DOMINGUERA

Los sábados o los domingos, son días de comer fuera de casa, principalmente los domingos. Me imagino que tal costumbre que cada vez se presenta mas catastrófica, tiene su origen en que de esa manera la mama de la casa, o la abuela o quien sea que hace la comida, descanse realmente y coma cosas que todo el tiempo estará criticando porque le falta sal, tiene exceso de ajo, no esta lo suficientemente caliente como Dios manda o simplemente no sirve porque no esta hecho en casa, o quien sabe quien lo hizo.
Por supuesto que me refiero a solo un segmento de la población, que puede, tiene y quiere irse el domingo con toda la familia a sufrir una buena cantidad de circunstancias trágicas, cómicas y desastrosas que se dan desde el momento en que la familia sale de casa después de una ardua labor de convencimiento con la mas pequeña de la prole que se niega a salir sin su perra y que esta a punto de llamar a derechos humanos para quejarse de la gran injusticia que significa que no la dejen llevar a su mascota a comer al restaurante al que irán todos y que además se quedara sola en casa.
Lo que alguna vez oímos que comentaban algunas personas que viven en la ciudad de México o en Guadalajara, de que ir a comer a restaurantes en domingo es algo así como pagar un karma oscuro ya lo tenemos por estos lares, ya sea en Colima capital o en Manzanillo. Es tal la cantidad de personas que se les antoja lo mismo que a uno, es decir, a no quedarse en casa, que ya no sabe uno si llegar muy temprano o después de la hora conveniente para tomar los sagrados alimentos.
No se de donde ha salido tanta gente, es como si de pronto o en los últimos años, se tomaron en serio lo de que en nuestro estado se vive muy bien y seguro y nos vinieron a aguar el asunto llenando las calles y lo peor de todo, los restaurantes en domingo.
Uno de los primeros inconvenientes, a veces, resulta el estacionarse cerca del lugar escogido, recordemos que aun no llegamos al modernismo incomodo y desastroso de los baletparkings, que les dejas tu coche y pones una cara de conformidad y de lastima, pensando en que no volverás a ver tu carro, o al menos tus discos o lo que cargues en tu carrito por si acaso, dejándote únicamente un papelito que a la hora de la hora, no te sirve de nada, mas que para comprometerte a dar una buena propina si te regresan tu vehiculo sin ninguna rayadura o salvaje grafitti. Luego viene lo de encontrar una buena mesa, en realidad todas son buenas si se trata de sentarse a comer, pero a veces depende de la vecindad que se tiene o de lo alejado de la vista del mesero o mesera que fiel a su condición nunca te pela y te deja esperando mientras tu estomago se encoge cada vez mas mientras el niño que viene con la familia que esta sentada en la mesa vecina, te escoge como su tiro al blanco con municiones hechas de su migajòn, en el mejor de los casos, pues a veces las municiones vienen aderezadas con mole de ese que nunca se desmancha.
Llega la comida, ¡por fin! Pero… no fue exactamente lo que pediste, o no esta a la temperatura en que regularmente tomas tus alimentos, pero el hambre es canija y le entras con valor a lo que te han servido, mientras tu pareja te reclama alguna dejadez pasada o el ridículo que hiciste en la fiesta de la noche anterior, cuando ya entrado en copas, te pusiste a contar chistecitos no muy santos, además de mencionar en mas de dos ocasiones el escote de alguna invitada que llego sola porque se acaba de separar, ni modo. En esas estas, cuando por fin el monstruo vecino le atina a tu frente y esta te queda marcada con un tatuaje tipo marasalvatrucha, pero en tono caféDoñaMaria, que se va escurriendo de manera acelerada hasta tus bigotes y a tu playera dominguera. Las risas nerviosas y las disculpas de los papas del monstruito te resultan abominables e innecesarias, quisieras clavar con alfileres al delincuente juvenil y pedirle a su papa que te pague tu camisa, pero no, te levantas, vas al baño, tratas de arreglar las cosas con agua y jabón y regresas a seguir comiendo, con la sorpresa de que ya se llevaron tu plato porque creyeron que ya habías terminado y nadie en la mesa se digno a parar tal agravio.
Pagas la cuenta, sales y tomas rumbo a tu casa, pensando en la deliciosa torta que te vas a preparar para mitigar el hambre que además te costo una lana y esperas que el domingo se termine frente a la tele, imaginando que el próximo fin de semana será mejor.

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